ALEGRIA, SORPRESA Y QUIJOTADA, 26 AÑOS DESPUES...

Muchísimos estábamos despiertos y aunque todo hacia prever lo contrario, anidamos las esperanzas por un batacazo. Era la madrugada y no era un mundial lo que nos desvelaba, tampoco la queja por alguna causa autojustificable, ni algún interés absolutamente individual. Fue una cinchada a favor de una expresión artística.

Y lo que no podía ser, fue. Así de simple. Aunque la película argentina no había tenido la difusión esperada ni se había estrenado en EE.UU., aunque las otras propuestas tenían un contenido político que le permitía lavar "ausencias no casuales" al país organizador, aún así algo ocurrió.

Algo muy distinto que lo que pasó 26 años atrás, donde el éxito de la película de Luis Puenzo sanaba en nuestro imaginario, las heridas que la justicia no se atrevía a curar.

Esta vez ocurrió otro fenómeno. Creíamos que la película "verdadera y honestamente" valía la pena, percibíamos que las otras propuestas por el decir de los entendidos eran temas más comprometidos pero donde la mirada de los directores alejaba la percepción y entendimiento del gran público. Entonces comenzó la vigilia menos esperada, una vigilia por un expresión artística, una vigilia "a favor" de algo y no en contra de nadie.

Y vaya a saber uno si la casualidad, el milagro ó simplemente el merecimiento justo, obraron en esos minutos para darnos una señal y un sentido a esa espera, a ese sentimiento.

En mi humilde mirada, si uno trabajó en lo que cree y sabe de su obra, el resultado es sólo la decantación de circunstancias. El éxito ya es vivirlo con esa intensidad, con la que Campanella viene trabajando hace años. Francella y Darín son artesanos de la expresión y aman lo que hacen, eso se siente cuando uno los ve nadar en el escenario de cualquier sala, hasta la más pequeña.

Ellos no trabajan para el Oscar, simplemente lo merecieron. Tan clara y artísticamente que no se pudo escapar.

Luis Bremer